sábado, 21 de febrero de 2009

CAPITULO 10: LA SUCIA MAÑANA DE LUNES

Hace calor. La noche está caliente. Parece como si estuviera en la mitad de una pistola ardiente, recién disparada. La noche huele a pólvora, a dinamita con flores y alcohol. Estoy perdido. Pienso en amarilla, es su olor a babas perfectas. Qué maricada. Ese olor me persigue por todas partes trip trip trip. Toda la noche hemos estado deambulando con Lerner por las calles. No hemos tenido suerte esta noche. Ni una puta ratica. A veces pienso que la vida de gato es un poco difícil. Sin embargo, con algo de whisky es llevadera. Lerner me ha pedido que lo lleve un poco a los bares, un poco a la vida, un poco a la noche porque mierda, Lerner dice que con Job su expectativa de vida de gato se reducía a una galleta de coco en la mañana, leche en la tarde, un poco de atún en la noche y yo le digo a Lerner no Lerner así no se puede y entonces Lerner me claro viejo Pink así no se puede trip trip trip. Mierda, Lerner ya está aprendiendo a hablar como todo un gato vagabundo, qué cosa tan seria trip trip trip.
Bar Kafka
Asientos rojos. Un ventilador destila airecito sobre las cabezas de todos esos hombres y mujeres que fuman y murmuran en medio de nubes de humo azul trip trip trip, que vaina tan jodida. Le digo a Lerner que todo bar tiene su historia. Creo que el asunto es así. Para pedir una cerveza en el Bar Kafka hay que decir que al despertar esta mañana, tras un sueño intranquilo, me hallé convertido en un monstruoso insecto y me dieron ganas de una cerveza. Entonces lo más seguro es que el hombre que atiende el Bar Kafka conteste que qué vaina, que sus innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con las de las nenas que asisten al bar, ofrecen a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia, que qué vaina tan jodida trip trip trip, que se vaya a otro bar, qué le vamos a hacer. Lerner me dice que así no se puede trip trip trip y claro, yo le respondo claro Lerner, así no se puede.
Bar La Gallina Punk
En la entrada del Bar La Gallina Punk hay una pequeña horca de la que uno jala y suena un alarido. Entonces algún punk flaco viene, abre la pesada puerta negra y dice qué punk y claro, hay que responder qué punk trip trip trip. Le digo a Lerner que la cuestión aquí adentro es moverse dando codazos y patadas y que cuando un punk se levanta una punketa triste la invita a una cerveza y le da patadas en el culo. Una patada significa te amo y quiero acostarme contigo, levantarme a la mañana siguiente, no lavarme los dientes y decirte que te amo así no tenga empleo en una fábrica de embutidos, en una fábrica de llantas o de cigarrillos. Dos patadas en el culo quiere decir te amo mucho, me quiero acostar y vivir un mes contigo, pero te odio también. Tres patadas significan te amo demasiado como para vivir y acostarme contigo. Sólo quiero que nos besemos, que tomemos cerveza, que compartamos nuestros pésimos olores y que después cada uno se salga por la puerta del bar y nos olvidemos de esta noche tan punk trip trip trip. Aquí adentro huele a desempleo. A grasa. A no futuro. A me vuelvo mierda ahora trip trip trip. Solamente se toma cerveza la bebida de los obreros. Así es la vaina y Lerner me responde claro Pink, así es la vaina.
Aquí viene gente que nunca se lava los dientes, gente que sólo come arroz y cerveza y que fuma cigarrillos negros sin filtro. Una vez al año se lleva a cabo la ceremonia del No Futuro y entonces se reúnen, cierran el bar, ponen Sex Pistols toda la noche trip trip trip y a la media noche se cogen a patadas en las huevas, porque no hay caso seguir procreando desempleados y claro, cuando suena God Save The Queen un elegido se abre las venas y después lo sacan a la calle entre tres o cuatro y lo llevan corriendo y el punk va regando su sangre por esas calles llenas de calor, odio, pestilencia, fango y desolación. Le dan tres o cuatro vueltas a la manzana y cuando ya se está muriendo trip trip trip, mierda, directo al hospital, a urgencias. Claro, allá los médicos ya se conocen la historia y lo alcanzan a suturar con puntos. Luego de dos horas llevan de regreso al punk al Bar La Gallina Punk y éste muestra con orgullo los puntos de su brazo qué punk trip trip trip y se cogen a patadas hasta el amanecer, qué cosa tan seria.
Bar La Sucia Mañana de Lunes
El bar abre los domingos en la tarde. A las cinco. Densas nubes de humo azul cubren el ambiente. El humo se desliza por los hombros, por las manos, por las nalgas, por las tetas de aquellos hombres y mujeres que están sentados en la barra, en silencio, chupando su cigarrillo lentamente, sin afán trip trip trip. Nadie habla con nadie. Nadie le enciende un cigarrillo a nadie. Nadie se llama Nadie. Nadie tiene a nadie. Nadie se fuma su cigarrillo. Nadie se toma su vodka con hielo. Nadie tiene el culo frio. Nadie ama a nadie. Nadie odia a nadie. Nadie es nadie. Nadie tiene la mirada yo no sé trip trip trip, qué vaina tan jodida. Nadie viene todas las noches y le dice a Nadie oye Nadie no te acerques a nadie. Nadie no quiere nada con nadie trip trip trip. Una noche. Nadie se levantó de su asiento en la barra y se dirigió al baño, al fondo a la derecha muñeco, entró y cerró la puerta. Luego Nadie se miró al espejo, al sucio espejo que había reflejado muchos nadies en muchas tontas noches de domingo y entonces Nadie se dijo no soy nadie, qué vaina tan jodida trip trip trip y se destapó los sesos con una pistola y tal vez nadie pensó en la canción de Lennon que dice que la felicidad es un revólver ardiente trip trip trip. Nadie escuchó el disparo que provenía del wc, al fondo a la derecha. Pero Nadie no murió en el acto. Antes de morir escribió en el espejo de wc que odiaba la sucia mañana del lunes, qué vaina tan jodida, y de ahí salió el nombre del puto bar trip trip trip. Desde ese día la víspera de los lunes los habituales del bar se dirigen al wc y vomitan en honor a Nadie que bautizó con su sangre, un poco de pólvora y vodka la sucia mañana de lunes en el espejo del wc, qué cosa tan seria.
Bar El Acuario Nuclear
Las muñecas se menean en el fondo del bar. Las miradas recorren los muslos dorados, las nalgas ensopadas en aceite brillante y en la oscuridad los hombres obtienen una erección con un poco de cerveza, con cigarrillo, con un poco de muévete así muñeca así muñeca, lo haces muy bien trip trip trip. Siempre es la misma historia de siempre. Una canción de Donna Summer, hey muchachos miren hacia acá, una cerveza y entonces, qué vaina tan jodida, las luces se apagan, sale una muñeca, se pega de la barra como si fuera un animal salvaje al que están a punto de sacrificar y empieza a rasgar su traje de luces en medio del humo trip trip trip. Una noche de agosto el Bar El Acuario Nuclear convocó a sus habituales a una fiesta en conmemoración de la primera bomba atómica. La atracción principal era una muñeca llamada Enola, como el avión que llevaba la bomba. Todo el mundo llegó puntual. Pasaron primero otras muñecas, nada especial en todo caso, le digo a Lerner y Lerner me responde claro Pink, nada especial, y entonces a la media noche apareció Enola vestida como piloto y empezó a desvestirse lentamente. Las luces del lugar se apagaron y en el fondo se escuchaba el sonido de un avión y la muñeca tenía en sus manos un micrófono y mientras se iba destapando dejaba escapar a través de sus labios carnosos, violentos y nocturnos, esas palabras mojaditas hey muchachos miren hacia acá, que rico jet tienes trip trip trip y los hombres contestaban en coro claro muñeca lo haces muy bien trip trip trip, qué vaina tan deliciosa, qué rico pecar contigo y mierda cuando ya estaba casi en cueros sacó de su liga un taco de dinamita y lo encendió con el cigarrillo que llevaba en su boca y lo empezó a mamar con rabia, tal vez con amor trip trip trip y luego lo lanzó a las mesas donde los hombres gritaban eso muñeca así lo estás haciendo muy bien, qué vaina tan jodida y mierda, pum, el bar voló en mil pedazos trip trip trip y desde ese día ningún hombre pudo obtener una erección durante algún tiempo mientras reconstruyeron el bar, qué cosa tan seria.

lunes, 16 de febrero de 2009

Hola a todos.
Quiero una vez mas agradecer a los que por aca vienen, a los que dejan sus comentarios y opiniones, tambien a quienes dejan sus letras por aca.
Tambien quiero comentarles una idea que tuve anoche mientras leia un libro de cuentos. El libro se llama "El cachalandran amarillo" de Germán Castro Caicedo se los recomiendo personalmente me gusta bastante. La cosa es que mientras lo leia recordé que hace mucho tiempo ya me sentaba en mi casa en algún rincón de mi casa acompañado por una amiga a leer libros, no se lo que nos gustara. Era muy agradable, el problema era que el acceso a algunos libros no era muy facil que digamos, sobre todo porque en esa epoca vivia yo en un pueblo pequeñito. Pense entonces que quizas así como algunas personas como nosotros gustamos de leer este libro y que mientras yo subo capitulo a capitulo hay otras personas que esperan para poder leerlo. Así mismo pues sería delicioso poder tener acceso muchos otros libros.
Me coloque entonces en la tarea de averiguar que pasa con los derechos de una obra. Y resulta que luego de pasado un tiempo de muerto un artista la obra pasa a ser de pertenencia de la humanidad entera.
Basado en este precepto propongo entonces que quienes deseen acompañarme en la labor de transcribir libros y hacerlos de acceso a la humanidad me dejen aca su comentario. De esta manera yo podré contactarlos y así vamos a poder planear una estrategia para atacar este proyecto.
Espero sus comentarios y sus aportes. Cuidense mucho y hasta la proxima.

domingo, 8 de febrero de 2009

CAPITULO 9: OPIO EN LAS NUBES

No sé cómo empezar. Te conocí en el Opium Streap Tease y me dijiste que te llamabas Harlem y también me dijiste que te gustaba el whisky, las mañanas de sol y tantas otras cosas de las que no me acuerdo. Yo te dije que me llamaba Gary, Gary Gilmour y que acababa de morir en la silla eléctrica y no me creíste. Pensaste que estaba loco, que tal vez había bebido demasiado y te fuiste a la pista a sacarte tus ropas, a regar un poco de sudor aquí y allá mientras tocaban Boys Don’t Cry y yo pedí una cerveza y te vi allí desde la barra y me pareció que olías un poco a Boys Don’t Cry, un poco a mañana de miércoles y no parabas de mover tus muslos, tus ojos, tal vez mirabas hacia arriba, hacia esas luces que olían a tomate, tal vez buscabas a Dios en la mitad de aquellas luces amarillas y rojas que daban vuelta encima de tu cabeza, de tus sueños de manzanas podridas y cuando se acabó Boys Don’t Cry volviste hacia mí y nos pusimos a hablar, hablamos de todo, creo que hablé de tus cigarrillos y te pedí que me dejaras pasar la noche contigo pero tu me dijiste que qué va, que no era posible y me dieron ganas de escribir tu nombre en el cielo, cerca de las nubes, ganas de escribir tu nombre con whisky, con vodka, con cerveza, con pequeños gritos, con sudores, con orines. Después te fuiste de mesa en mesa y te pusiste a repartir besos y claveles rojos a todos esos hombres que tenían mirada de pepino cansado y que te decían con sus miradas y desde el fondo de sus vestidos chillones que tú Harlem eras la mujer, que Harlem era esa noche llena de canciones confusas y rotas, Harlem era tener esos labios rojos que decían palabras de amor, Harlem esa no ir a trabajar al otro día, Harlem era tener ese olor a yegua cerca de los vasos de licor, Harlem era Boys Don’t Cry a las doce de la noche, Harlem era noche de lluvia mientras daban en la radio el reporte del tiempo, Harlem era no saber si era sábado o domingo o viernes o martes o cualquier día, Harlem era quedarse mirando tus ojos en medio de aquellas luces, tus nalguitas, tus téticas perfectas, Harlem eran tus manos llenas de lluvia, tus dientes llenos de palabras secretas, Harlem era decir quiero hacer el amor contigo sobre una colina sembrada de tomates rojos en una mañana de verano, Harlem era tu pelo salpicado de sudor y luces de colores, Harlem era mi camisa de recluso y en el bolsillo unos cigarrillos sin filtro, Harlem era fumar al lado tuyo y dejar que el humo azul impregnara tus labios asesinos, esos labios rojos, Harlem era coger una jeringa y llenarla con un poco de tus babas, con un poco de tu olor e inyectársela en la cabeza, Harlem era asaltar un banco o un tren en nombre tuyo y dejar escrito tu nombre, ese nombre, en las paredes, en los rieles, en el aire, en la hierba, Harlem era ir a vomitar al baño todo el whisky y pensar en ti, Harlem era escribir tu nombre con la lluvia, Harlem era ensopar un auto en gasolina y whisky y prenderle fuego, Harlem era tener una erección sin remordimiento en la mitad de aquel bar que olía a opio, a cerveza y a soledad concentrada, Harlem eras tú caminando entre las mesas regalando un poco de tu nombre un poco de tu olor aquí y allá, Harlem eran tus manos llenas de vasos, llenas de monedas, llenas de sueñitos, de palabritas roticas, Harlem era saber que más de media noche y que afuera llovía y hacía calor, Harlem era el sabor de tu boca, ese sabor a carretera, Harlem era el olor de la electricidad, de los voltios, Harlem era soñar contigo en una playa llena de niños, arena y barcos, Harlem era un domingo contigo en la playa, Harlem era cogerte y lamerte todo tu nombre, todo tu cuerpo, toda tu soledad.
Desde que te vi quede envenenado, Harlem. Eres como esa canción, Wild Thing, de Hendrix. Tenias la misma lógica de la heroína, me produjiste el mismo efecto porque te vi y me dieron ganas de inyectar tu nombre en mis venas me dieron ganas de ir al baño del Opium y mirarme frente al espejo y decir mierda You make my heart sing wild thing, me dieron ganas de escribir tu nombre con sangre en el fondo de mi vaso de cerveza, ganas de que me cortaras la venas con tus labios rojos mientras te tocaba las tetas. Ganas de desangrarme entre tus piernas mientras me hablabas de ir a la playa.
Después te esperé en la puerta del Opium Streap Tease. Eran las tres de la mañana y la noche olía a gasolina. El cielo estaba plagado de estrellas y por la carretera pasaban los autos llenos de ruidos y canciones. Caminamos un rato por la carretera sin saber a dónde ir. Simplemente íbamos y te cogí el brazo y te dije que me acompañaras a Zimbawe a una pradera llena de cebras blancas y negras y me respondiste que no, que no sabías nada de animales, que tenias suficiente con los animales que iban al Opium, que más bien nos fuéramos a dormir, que tenias sueño, me pediste que te contara un poco de mi vida y entonces te dije que había estado ocho años en prisión, que mis dos únicos amigos eran Max y un árbol que había en la prisión, que mis dos únicos amigos eran Max y un árbol que había en la prisión y te pareció gracioso, insólito. Tú me respondiste que nunca habías tenido amigos árboles, entonces encendimos un cigarrillo y nos sentamos en el borde de la carretera y te conté que para tener un amigo urapán, por ejemplo, había que acercarse y hablarle en las mañanas y orinar en su tronco en las noches, un poco como los perros y sobre todo hablarle, eso, hablarle al árbol, al urapán y decirle oye amigo urapán, aquí estoy yo, allá estás tú, oye amigo urapán me voy a fumar un cigarrillo bajo tu sombra, bajo tu olor a silencio, bajo ese olor a viernes y a jueves que siempre tienes y tal vez voy a soñar un poco, voy a soñar que soy un boxeador y que riego un poco de sangre en el ring, voy a soñar que me tomo un whisky en una mañana de domingo soleada tal vez voy a leer un libro, un poema, dos poemas tristes, tres poemas tristes, cuatro poemas tristes, llenos de ballenas, cinco poemas tristes que empiezan diciendo un viento salvaje recorre mi corazón, un viento salvaje me arranca de ti. Te reíste Harlem y dijiste que estaba loco, chiflado, que tenia pura mierda en la cabeza. Yo te respondí que en la prisión tenía la cabeza llena de whisky con sol, con alambre de púas y desde que te había visto tenía la cabeza llena de olas de heroína, que estaba envenenado, alucinado por tu nombre, por tu manera de cogerte el pelo, por tu forma de decir ahora no Gary, tócame después de que pase ese auto y me pediste que siguiera con el cuento de la ciencia de tener amigos árboles y te dije claro, pero antes te pedí que me dejaras ver en medio de ese océano de heroína de tu nombre, cosa salvaje, Wild Thing, you make me feel like a wild thing y entonces seguí con mi rollo.
Una vez que se le ha hablado al urapán hay que escuchar sus silencios, sus susurros, pues él te dice muchas cosas, él siempre está ahí, es testigo de los amaneceres, eso es lo más importante y sobre todo es testigo del paso de los días. Pero lo más importante de todo es que se puede dormir bajo sus ramas y sueñas cosas que nunca sueñas en otra parte. Es algo increíble los sueños de todos los hombres, conoces a todas las mujeres, conoces a todos los aeropuertos, todos los cielos, todos los mares, todos los bares. Te dije que solamente había que cerrar los ojos y pensar en aquellas hojas mecidas por el viento, por la noche, y entonces llegaban hasta ti todas las mujeres que hubieras querido conocer, mujeres que llegaban hasta tus sueños y te daban un beso en la frente, en las manos mientras en tus sueños llovía. Luego te ibas con esas mujeres a un bar y hablabas de las puertas, de los parques y en tu sueño seguía lloviendo. Eran mujeres que llegaban hasta tus sueños y se sentaban junto a ti con las manos sobre las rodillas y te miraban por entre la lluvia, por entre las hojas del árbol y te decían que no lloraras, que metieras tu mano entre su cabello, entre sus téticas calientes, entre su boca y luego esas mujeres te llevaban a algún parque donde había muchos árboles y te los presentaban. Eran árboles que tenían nombres, árboles que se llamaban un poco como los leones, un poco como las mujeres, un poco como los silencios, un poco como la lluvia, árboles que se llamaban Marruecos, Lenguadentro, Brooklyn, Corazón de Perro, Castillo Amarillo, árboles que sabían a ojos claros, a lluvia con hojas secas y entonces después me dijiste que ya tenias sueño y nos quedamos dormidos al borde de la carretera. Al otro día cuando el sol salió nos despertamos y fuimos al mar y nos limpiamos la cara. El día olía a opio y también un poco a ti, a Harlem, a labios rojos, a hielo con whisky. Hacia las diez de la mañana me dijiste nene hasta aquí llegó todo me voy y yo te dije está bien, siempre es así no hay nada que hacer. También te dije que cada vez que tuvieras un sueño con lluvia era porque yo estaba debajo de un urapán soñando contigo, con tu olor a opio, a hielo, a noche y me dijiste está bien nene eso pensaré y entonces te fuiste caminando por la playa y yo me quedé sentado viendo el mar, ese mar triste lleno de heroína, cosa salvaje y deseé con toda el alma estar Zimbawe. Cuando ya te habías perdido bajo la luz creo que pasó un avión de propulsión a chorro y me pareció que ese avión escribía tu nombre con gasolina en las nubes. Eran las nueve de la mañana y ese avión escribió Harlem sobre el cielos azul. Cosa salvaje.
Y me dieron ganas de ser nube, ganas de estar allá arriba en ese cielo azul con los ojos cerrados pensando en ti, en tu forma de decir mi nombre, en tu forma decir oye Gary ven a mi lado y me cuentas más cuentos de tus amigos los árboles, ganas de estar en esas nubes y oler el olor de tus senos, el olor de tus zapatos, el olor a lluvia de tus ojos, ganas de estar con una botella de whisky para siempre en el nombre, en tu nombre Harlem escrito por ese avión y marearme en cada una de las letras de tu nombre, H, A, R, L, E, M, y quedarme ahí entre las nubes y tener tu imagen, ser tu imagen, ser el olor de tus calzones, ser el olor de tus licores, ser tu forma de caminar, ser tu forma de mover los brazos, ser tus sueños llenos de lluvia, opio y heroína, cosa salvaje, mierda.
Gary lloró aquella noche y destrozó parte del Café del Capitán Nirvana. Antes de irse abrazó a Max como si fuera su hijo y le sobó la cabeza. Luego cogió una botella de whisky y se sentó sobre la arena. Eran las cuatro de la mañana. Cuando el sol estaba saliendo vino hasta nosotros y se despidió.
- Oye Max, alguna viene Harlem por acá dile que siempre hay un urapán y un sueño con ella.
Después se fue hacia el mar y se metió en el agua. Eran las seis de la mañana. Max se quedó un rato en la playa mirando hacia el sitio donde Gary había desaparecido bajo las aguas. Después vino al Café del Capitán Nirvana, saco la pelota de béisbol y regreso de nuevo a la playa y la lanzó hacia el mar con rabia, con tristeza. El día olía a opio, a pelota de béisbol, a la curva número seis, a Harlem.